Si no tuviera a Dios, las cosas serían más fáciles. Lo he pensado, sí, hasta he llegado a creerlo.
No sabría qué es el pecado, no le fallaría tanto a quien amo con todas mis fuerzas y no perecería ante la nostalgia de la intriga en la esgrima de mis sentidos. Es más, Jesús mismo lo dijo : " Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no conocerían el pecado, mas, ahora no tienen excusa". Ese es el punto, no hay excusa, sabemos lo que está mal y, no obstante, lo hacemos. Jesús nos enseñó y lo sigue haciendo el Espíritu Santo; permanecemos en nuestra decadencia, en nuestra terquedad y falaces pensamientos.
Entendemos la verdad y seguimos mintiendo.
Hemos aprendido a perdonar y subsisten los rencores.
Tenemos al Dios (único y sabio) que todo lo puede y continuamos temiendo.
¿Acaso Jesús vino para darnos aflicción? Si todos sabemos que el "vino" más dulce, tierno y sincero es el "vino Jesús".
Ahora bien, no es que sin Dios las cosas serían más fáciles, es sólo que el mundo cree vivir tranquilo sin él y cuando se encuentra con Dios, cree que se le restringe mucho. En realidad, conocemos el verdadero camino y nos esmeramos en soslayarlo.
Dios sólo quiere simplificar nuesta vida y ayudarnos a su medida, a lo que nosotros respondemos aceleradamente, exigiéndole que nos ayude cuando más necesitamos de alguien, lo que no es poco prudente, pero si muy atrevido. Dejar nuestra carga en sus manos no es despreocuparnos deliberadamente; el llamado es a disfrutar de cuán ligera es nuestra mochila a su lado.
La vida, este regalo, esta obra que avanza cuadro a cuadro, escena tras escena, acto tras acto, es simple, mas, nuestra facilidad con lo vano y lo trivialmente perecedero, nos alejan de la facilidad con lo imposible de Dios; de la alegría que brota de los labios, brazos y el corazón de Papá. Ahí es fácil, cuando sólo procuramos buscar su reino y amarlo por sobre todo.
Es sabido: un gran poder conlleva una gran resposabilidad. Sabio.
Ahora bien, no es que sin Dios las cosas serían más fáciles, es sólo que el mundo cree vivir tranquilo sin él y cuando se encuentra con Dios, cree que se le restringe mucho. En realidad, conocemos el verdadero camino y nos esmeramos en soslayarlo.
Dios sólo quiere simplificar nuesta vida y ayudarnos a su medida, a lo que nosotros respondemos aceleradamente, exigiéndole que nos ayude cuando más necesitamos de alguien, lo que no es poco prudente, pero si muy atrevido. Dejar nuestra carga en sus manos no es despreocuparnos deliberadamente; el llamado es a disfrutar de cuán ligera es nuestra mochila a su lado.
La vida, este regalo, esta obra que avanza cuadro a cuadro, escena tras escena, acto tras acto, es simple, mas, nuestra facilidad con lo vano y lo trivialmente perecedero, nos alejan de la facilidad con lo imposible de Dios; de la alegría que brota de los labios, brazos y el corazón de Papá. Ahí es fácil, cuando sólo procuramos buscar su reino y amarlo por sobre todo.
Es sabido: un gran poder conlleva una gran resposabilidad. Sabio.
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